Este puente he ido de viaje a Santander. Mientras iba en el coche empecé a fijarme en los nombres de los pueblos por los que pasábamos con la furgoneta. Los que más me llamaban la atención los fui apuntando en el móvil. He de decir que me sorprendí con la rareza de nombres de pueblos como: Carbonero el Mayor, Pinarnegrillo, Navalmanzano, Navas del Oro, Cuéllar, Pinarejos, Gomezserracín, Sanchonuño, Santiurde de Lantueno...
Como el viaje es largo y aburrido me dediqué a reflexionar pensando que podría escribir una entrada sobre este hecho. En primer lugar pensé que por qué la gente se inventa unos nombres tan raros. Llegué a la conclusión de que era necesario ya que hay 18938 pueblos solo en España; por lo tanto, para que no haya muchos repetidos hay que tirar de imaginación. En segundo lugar medité sobre por qué me parecían raros esos nombres y no nombres de ciudades o pueblos más famosos como Valladolid, Pozuelo, Badajoz, Córdoba, Majadahonda... Mi respuesta fue que estoy tan acostumbrado a determinados nombres que cualquiera que sea nuevo me parece extraño. Y luego pensé que esto se aplica cualquier ámbito de nuestra vida: cualquier cosa que se salga de lo común, lo familiar o lo cotidiano lo calificamos de raro. En tercer lugar, tras tan intensas reflexiones y agotado del esfuerzo que estas supusieron, me quedé dormido y no reflexioné más.Luis P.
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