Esta entrada va dedicada a mi prima, que me dio la idea y lo ha vivido. Todos cuando éramos pequeños teníamos un diario en el que escribíamos todos los días anécdotas, historias y cosas que nos pasaban en el transcurso de las horas. Al principio, esta costumbre la cumplíamos, pero conforme el tiempo pasaba lo íbamos abandonando y finalmente acabábamos perdiéndole la pista y dejándolo en un estante olvidado. Tras unos cuantos años llegaba el sábado en el que tu madre te despertaba con más énfasis que de costumbre gritando la mítica frase “limpieza general”. Tras oír esas dos palabras el mundo se te caía encima, un pequeño infierno comenzaba y es en ese momento cuando encuentras aquel cuadernillo, aquel diario abandonado y comienzas a leer. Te ríes de las cosas que contabas, como utilizabas la segunda persona como si te refirieras a alguien real con el famoso “querido diario” y las catastróficas faltas ortográficas que cometías. Solo hacía falta un libro con candado (fácil de forcejear) y un bolígrafo para creerte un pequeño Bécquer, solo con eso encontrábamos la felicidad.
Raimundo A.
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