Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la sal, colesterol bajo y seguros dentales. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige el bricolaje y preguntarte quién coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver tele-concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu, mientras llenas tu boca de comida basura. Elige pudrirte de viejo, cagándote y meándote encima, en un asilo miserable, siendo una carga para los niñatos hechos polvo que has engendrado para reemplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida. Pero ¿por qué iba yo a querer hacer algo así?. Yo elegí no elegir la vida, yo elegí otra cosa. ¿Y las razones?, ¡no hay razones!. ¿Quién necesita razones?
El monólogo, expuesto anteriormente es uno de los mejores monólogos que se han escrito en la historia del cine, conocido por muchos e ignorado por tantos otros.
De este razonamiento, podemos deducir, cómo la mayoría de la sociedad, elige una vida monótona e igual a la de los demás, no hay originalidad ni en tu vida misma, cada persona sigue una moda, un estilo de vida, un empleo, unos objetos. El espíritu del ser humano se alimenta de nuevas experiencias, y cómo vamos a tenerlas, si a lo que se nos enseña a aspirar es a una vida sedentaria llena de comodidades y aburrida, para que al final no haya servido de nada.
Por ello, tenemos que suponer y originar etapas de cambio, de nuevas opiniones.
Alejandro T.
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