El alba despunta sobre los montes y el sol vuelve a renacer, un nuevo día llega. El viento arrecia sobre las peladas cumbres de la sierra. Finas gotas de agua caen al suelo procedentes del rocío mañanero. En el monte reina el silencio previo a la tempestad.
Batallones de venados se disponen a descender de las escarpadas montañas. Y se escucha el rugido de guerra del venado: ha comenzado la berrea.
En el valle retumban las lamentaciones de los heridos y los berridos de los campeones, la guerra va a ser dura. Tras los resinosos pinos, se puede escuchar el entrechocar de las astas, y vislumbrar la nube de polvo que levantan los dos contendientes.
Los machos se retan entre sí con el fin de obtener victorias. Aquí la batalla la gana el más fuerte y el más experimentado, es lo que tiene la naturaleza. La batalla es cruenta y sangrienta, pero merece la pena. El ansiado botín se recibe con auténtica gloria: el venado podrá perpetuar la especie juntándose con la hembra conseguida tras la batalla.
El día ha sido largo y duro, pero el macho consiguió su objetivo y un día más es un vencedor.
Chechu P.
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