Esta noche, viendo el partido de Liga de Campeones del Oporto contra el Málaga, me ha venido a la cabeza el tema perfecto sobre el que escribir esta entrada, el fútbol, una de mis aficiones favoritas.
Todos los que nacemos en una casa con padres o hermanos futboleros, estamos completamente destinados a ser de un equipo específico de fútbol. Desde pequeño, principalmente tu padre, es quien te inculca las ganas de ser todo un hombre y el que te mete la ilusión en el cuerpo de que de mayor puedes llegar a ser el mejor jugador de fútbol profesional de tu equipo favorito.
Es entonces cuando te regalan tu primer balón de fútbol, ése que posiblemente es casi más grande que tú, al que le das una patada de manera forzosa porque casi te caes al dársela. Luego, llega el regalo que muchos de nosotros pedimos a los Reyes o por nuestra Primera Comunión; la equipación del equipo de nuestros sueños. Con ella nos sentimos cada vez más y más cerca de nuestro sueño de conseguir algún día ser igual de bueno que cualquiera de nuestros ídolos.
Mi cuestión, es un poco más compleja. ¿Qué pasa si toda tu familia es del mismo equipo y a ti desde pequeño te han enseñado que ese es el mejor equipo del que se puede ser, ese equipo del que te regalan tu primera equipación y tu primer balón con el escudo, pero realmente te das cuenta de que a ti el equipo que realmente te gusta es otro?
La respuesta es nada, no pasa nada. De pequeño me di cuenta de que el equipo de fútbol que realmente me gustaba era el Valencia y no el Real Madrid como siempre me habían inculcado. En muchas ocasiones me han tachado de "chaquetero", porque evidentemente el Real Madrid es un equipo que tiene mucha más historia y palmarés que el Valencia pero, desde mi punto de vista, el fútbol es un deporte que debe producir un sentimiento, los colores de tu equipo deben hacerte vibrar cada tarde o noche de fútbol. Tiene que provocarte los nervios previos al partido y las histerias durante el mismo, el equipo de fútbol de cada uno debe provocarnos satisfacción, dolor, tristeza, sufrimiento, entusiasmo, alegría... Pero sobre todo, debe provocarnos una ilusión y ganas de animar siempre a los nuestros.
Todo eso es lo que a mí me provoca el Valencia. Por eso, en mi casa terminaron entendiendo que el Real Madrid no era el equipo que realmente me gustaba, el que realmente me hacia vibrar, porque me di cuenta de que NO SIEMPRE LOS MÁS GRANDES, SON LOS PREFERIDOS y este es un caso clarísimo.
En el mundo del fútbol, los más grandes son siempre los que tienen más dinero y por lo tanto los que tienen más privilegios... Con esto no quiero decir que ese dinero no lo haya ganado el club a base de triunfos y esfuerzo, simplemnete quiero decir que está claro que el dinero siempre ayuda, es otro motivo por el que el Valencia fué una de mis prioridades de pequeño. Por aquel entonces, el Real Madrid era el Madrid de los galácticos y el Valencia era un equipo repleto de jugadores españoles que nunca bajaba los brazos y que todos los partidos que ganaban lo hacían por su trabajo constante y su gran esfuerzo.
Desde aquí y terminando ya mi entrada, lo único que me queda es desearle toda la suerte que necesita el Valencia para pasar a cuartos de final de Liga de Campeones la semana que viene contra el PSG, otro de los grandes equipos europeos en este momento. ¡AMUNT VALENCIA!
Pelayo L.
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