Cuando empiezan las primeras nevadas aparece el gusanillo de colocarme unas tablas y deslizarme por esas pistas largas, sintiendo la velocidad en los pies y el sol en la cara (el sol no siempre nos acompaña, pero aun así es una gozada).
Yo tuve la suerte de que mis padres me iniciaran en esto del esquí muy pronto, a los cuatro años ya me pusieron mis primeras tablas, y desde entonces cada temporada, siento la necesidad de subir a la montaña. Lo malo que tenemos los que vivimos en Madrid es que no todas las temporadas tenemos una nieve espectacular, por lo que tenemos que aprovechar vacaciones y puentes para escaparnos a buscar buena nieve.
La gente que no es esquiadora, siempre habla de la incomodidad del equipo, lo que pesa, el frío... pero cuando alguien siente la pasión de esquiar todo eso no importa, solo siente la necesidad de oír los esquís deslizándose por la nieve y nada más.
Hace tres años me compré una botella enorme de Coca-Cola (hucha) en EEUU, y desde entonces la estoy llenando con monedas de 1 euro o 2 euros para cuando esté hasta arriba irme a Aspen, es mi sueño, aunque de momento solo llevo la mitad.
Cuando subes a la cima más alta de la montaña, te paras a mirar el paisaje y solo hay silencio a tu alrededor; ahí ves la grandeza de Dios.
Álvaro D.
No hay comentarios:
Publicar un comentario