lunes, 4 de febrero de 2013

Un psicólogo improvisado

Un psicólogo improvisado:

Mañana vuelvo. Mañana vuelvo a ver el Cantábrico. Pero será de lejos. Me refiero a que no hablaré con él. Me refiero a que no hablaré como acostumbro a hacer cuando le veo. Como cuando todos los veranos, después de salir del agua o en una salida nocturna por el paseo marítimo, te sientas, espiras y te pones a mirarle.


Piensas largo y tendido, piensas como si diese igual el tiempo y piensas tranquilo, que es lo más importante de todo. Todo lo que pienses, él te lo escucha y te lo responde durante toda la conversación con un romper sucesivo de olas que, a veces, interrumpe una ola extraviada que desaparece sin hacer ruido, como si se hubiera dado cuenta de que no tenía sitio en la conversación. 

Es en esos momentos cuando repasas tu actualidad o como quieras llamarlo. Es como las míticas charlas con el psicólogo de las películas americanas. Pero este no es un psicólogo cualquiera. Es un psicólogo que, en calidad, está a la altura de Robin Williams en El indomable Will Hunting.

Pero las charlas jamás son así de agresivas. Jamás.

A continuación te levantas y te retiras caminando lento y relajado, disfrutando del aire fresco que corre por el paseo marítimo y del optimismo recién adoptado.

Al día siguiente has cambiado. Es ley. Has vuelto a ser quien te gusta ser y te levantas con las ganas y la actitud suficientes para clavar a la perfección el papel del protagonista del anuncio de Keler para el verano de 2010.

Si no pasa nada extraño, este verano volveré a verle y nos contaremos todo aquello que para entonces habrá pasado. Sólo quedan cinco meses.

Manu B

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